martes, 13 de julio de 2010

El matrimonio en la Colonia

Una pareja, al casarse, ya sea por afecto o por obligaciones familiares, sabe que entabla una alianza indisoluble y que una de sus funciones primordiales es la procreación. En el momento de escoger con quien comprometerse, el parecer de los padres es de primera importancia y normalmente se les respeta en su elección. El matrimonio en si es un acto privado, por lo que es frecuente que se efectúe en la sacristía o en la casa del novio, frente al sacerdote y a dos testigos. Después se realiza la iglesia y con los familiares y amigos la velación -ceremonia para dar solemnidad al matrimonio y que consiste en cubrir con un velo a los cónyuges en la misa nupcial-, la cual es acompañada de la comunión de los esposos. Pero los registros parroquiales muestran que con cierta frecuencia no se vive lo que señala el Sínodo Diocesano de Santiago de 1688: que no pasen más de seis días entre la bendición y la velación, y que sin haberse efectuado ésta los feligreses involucrados no puedan cohabitar. José Astorga y Pineda y María Josefa de Ovalle y Amasa, por ejemplo, se casan el 29 de diciembre de 1710 y sólo son velados el 26 de febrero de 1713, en la espera del segundo hijo.

El modelo matrimonial y familiar no sólo se refiere a los aspectos sacramentales, sino también a cuestiones sociales y morales. El cortejo, el noviazgo, los esponsales y el matrimonio siguen un ritual que no siempre es respetado, en especial en sectores marginales o geográficamente muy apartados, donde las enseñanzas de la Iglesia a veces no son bien conocidas o su influencia es menor. Al respecto, es frecuente constatar en los registros parroquiales que en el sur, en la zona de la frontera, donde la precariedad de la vida es mayor, aumenta considerablemente el número de hijos nacidos fuera del matrimonio. También en las zonas rurales es mayor la frecuencia de éstos. Por ejemplo, el hacendado Gregorio Correa Oyarzún, nacido en Vichuquén en 1703, tiene nueve hijos con su legítima esposa Agustina Fuenzalida Moraga. Pero también es padre de otros cuatro hijos ilegítimos. Más al sur, en Cauquenes, el propietario Pedro Muñoz, casado en ese mismo lugar con María González de Villena en 1698, tiene dos hijos con ésta y otros cuatro "por ahí". Asi mismo, situaciones similares ocurren en sectores de menos recursos, donde el cuncubinato es habitual.

Fuente: Chile en cuatro momentos, Tomo I, pp. 15-16.

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